Paises


viernes, 15 de febrero de 2013

Viaje a Japón 2008 - Koyasan


La prefectura (región) de Wakayama se considera especialmente sagrada en Japón. Zona sacra para la religión sintoista basada en la naturaleza, seguramente por el efecto de sus altas montañas cerca del mar. Posteriormente, capital del budismo de la secta Shingon.
Este, junto con el "Camino de Santiago", son los únicos caminos de peregrinaje registrados como bien cultural por la UNESCO, el "Camino de Kumano". Cada año, cientos de peregrinos (gente mayor jubilada, porque los japoneses disponen de solo 2 semanas de vacaciones al año y eso con mucha suerte) recorren este camino que cruza varios templos.




Peregrinos que han finalizado su viaje. En el último templo que visitan, dejan el bastón que les ha servido de apoyo durante todo el recorrido. Creo recordar que el circuito supone la visita de unos 80 templos, y lo llevan todo perfectamente organizado.







Al ser una zona tan sagrada, hay muchos japoneses que desean hacerse enterrar aquí. Como tienen problemas de espacio (son 120 millones de japoneses), la inhumación está prohibida, y todos deben incinerarse. Hay muchas empresas que compran un "terrenito", y hacen un panteón para sus trabajadores. De esta manera, aquel que lo desee, puede traer una parte de sus cenizas a Koyasan.


 Este es el panteón de una empresa aeronáutica. Es costumbre que las empresas pongan en el panteón algún motivo relativo a la actividad que ejercen; eso hace que te encuentres tumbas tan curiosas como esta.

 Panteón de una asociación de fotógrafos.
Panteón de la fábrica Nissan.











En esta zona lleva la gente enterrándose desde hace muuuucho tiempo. Este es el mausoleo de la familia Tokugawa (s. XVII).










Según la tradición el fundador del budismo en Japón no ha muerto (desde hace unos 1200 años). Diariamente, unos monjes llevan a su "lugar de reposo" la comida en ese cajón. La dejan durante una hora, y luego se la comen ellos.





Es muy común ver estatuas de buda con un babero puesto. Antiguamente, cuando un bebé moría, se solía poner algo que le hubiera pertenecido a una estatua de buda, para que este condujera al bebé al paraíso. Aunque hoy en día no hay problemas de mortandad, esa costumbre se ha mantenido para que el bebé crezca fuerte y sano.













Según otra tradición, hay que verter agua sobre estas estatuas para aplacar la sed de los difuntos. Por supuesto no podía faltar el turista imitador (en este caso yo).


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